Hace unos días, subía el Cerro del Borrego en Orizaba, Veracruz, con el sol acariciando mi piel y una vista impresionante del valle. El aire cálido se mezclaba con la brisa de las copas de los árboles, y mi ánimo estaba por los cielos… hasta que algo me detuvo en seco.
Allí, en plena vereda, un tronco lucía una rueda de madera con un sencillo mensaje:
“Abrázame, lo necesitas.”

Una invitación tan sutil y amable que no pude evitar sonreír. Aquella rueda no era más que un humilde recordatorio para abrazar la naturaleza, desconectarnos del ruido y reconectar con nuestro propio ritmo interno.
Seguí mi camino, y poco después me topé con otro guiño ingenioso: un cartel rústico que decía:
“Sonríe a la cámara”
…y, colgando de él, una llanta de bicicleta. Una broma visual que aludía a la “cámara” de la llanta y convertía un simple paseo en un instante de asombro y ternura.
Estos dos detalles —un árbol abrazable y una cámara inesperada— transformaron mi caminata en una experiencia memorable. No había presupuesto millonario, solo alguien con imaginación y ganas de sorprender.
¿Y si aplicáramos esta lógica en tu empresa?
- Pequeñas sorpresas, gran impacto: Un mensaje oculto, un objeto fuera de lugar o una frase ingeniosa pueden cambiar por completo la percepción de tu marca.
- Conecta con la emoción: Al igual que en el cerro, diseña momentos que despierten una sonrisa, un asombro o un “wow” genuino en tus clientes.
- Creatividad sin límites: No se trata de invertir más, sino de ver tu entorno con ojos frescos y descubrir cómo una idea simple puede contar una gran historia.
Cuando llevas este enfoque al diseño de productos, servicios o espacios de atención al cliente, cada interacción se convierte en un pequeño regalo: inesperado, memorable y auténtico.
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